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Soy Ana Manquepillán Huanquil. Vivo en el sector rural Pukiñe, comuna de Lanco, cerca de Valdivia, Chile. Soy apicultora, agricultora y me realizo dentro de ese mundo.
Entrevista a una cuidadora de la tradición mapuche.

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La cuidadora de abejas
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Composición fotografía: Ester López

La entrevista a Ana Manquepillán Huanquil no estaba en el itinerario, pero en la emisora comunitaria “Kimche Mapu” hablaron de ella con vehemencia. Las mujeres de la radio decían que su vecina era una mujer extraordinaria que había decidido mejorar una tradición ancestral del pueblo mapuche: la de extraer la miel de los panales adheridos a árboles autóctonos.

Estamos en la comuna de Lanco (“aguas tranquilas” en mapudungun, el idioma del pueblo mapuche), en la comunidad mapuche ubicada en el valle de Pukiñe-Lumako, en la Región de los Ríos, al sur de Chile.

Ana Manquepillán Huanquil abrió la puerta de su casa y se encontró de frente con algunas jóvenes de la emisora y con dos mujeres que completaban el grupo pero a las que jamás había visto. Tras las presentaciones y las explicaciones iniciales, accedió a la entrevista y a mostrar sus abejas.

 

Los inicios

Ana Manquepillán: Soy Ana Manquepillán Huanquil. Vivo en el sector rural llamado Pukiñe, está dentro de una comunidad, la comuna de Lanco, cerca de Valdivia, Chile. Soy apicultora, agricultora y me realizo dentro de ese mundo. Tengo un hijo.

LolaMora: ¿Puedes describirnos el lugar en el que vives?
Ana Manquepillán: Este es el Lof Kilche, es un sector amplio que abarca muchos lugares, que dividieron en comunidades. Y ahí tenemos la buena fortuna de que somos varios apicultores dentro del Lof, buenos apicultores considero, relativamente grandes, y es una alternativa para nosotros.

Tradicionalmente, el Lof es la forma básica de organización social del pueblo mapuche, donde vive un clan familiar o linaje que reconoce la autoridad de un lonko (cacique).

LM: ¿Cómo llegaste a las abejas?
AM: Yo creo que la parte mía… de mi papá… Recuerdo cuando era chica que él tenía abejas. De una forma rústica, de una forma más de alimento que un tema económico, como se ve ahora. Mi papá lo hacía para tener miel, para consumir, no era para vender ni nada de eso. Mi papá... Antes era solo para consumir, no era para vender ni nada. Eso estaba así, pero por alternativa o por necesidad, yo llegué a las abejas y nunca más me aparté.

Lo relacionaban, antes, como que era algo muy básico…. muy, muy básico. Por lo mismo yo creo que no lo consideraban tema económico. Pero cuando empecé a trabajar, a meterme en su mundo… es bien hermoso yo creo, primero, y también tiene su trabajo.... Así que de ahí, uno va viendo que si las trabajo bien ellas me recompensan.

LM: ¿La miel es un alimento tradicional del pueblo mapuche?
AM: Sí, el tema es que antes era así todo rústico, los panales estaban en el bosque. Ahí no había un manejo, sino que se destruían para poder sacar la miel. Se cortaban los árboles... Yo creo que como alternativa era que no había... se tenían que matar nomás. Luego se hacía un proceso donde se calentaba, se separaba la miel de la cera. Así, la gente tenía conocimiento o comía la miel. Hasta que ya, después... se pasó a ese proceso seguro, se informaron o vieron que había un tema de cajones pero también sin ningún manejo...

Además, antes no habían enfermedades, no había nada que pudiera atacarlas era muy natural que ellas se reprodujeran así, rústicamente.

LM: ¿En qué tipo de árboles se producía la miel?
AM: Nativos. Por lo general eran arboles más viejos que le daban el espacio que la abeja buscaba, muy grandes: avellano, los ulmos, unos muy antiguos, muy grandes, que les dejaban espacio.

No se explotaba antes como ahora... La abeja tenía su lugar donde vivir naturalmente y la gente iba a los montes, a los cerros, a las montañas, y las iba a buscar. Era destruir cien árboles, destruir todo para sacar la miel. A destruir todo para la miel.

LM: ¿Tenían que ir lejos a recolectarla?
AM: Acá la mayoría de las personas tienen terreno en las montañas, tienen sus lugares y entonces como recorrían y criaban, ellos sabían donde había un panal y allá iban a buscarlo. Se juntaban entre varios y llevaban para traer la miel y ahí iban a cortar el árbol y todo.

LM: ¿Y cómo la transportaban?
AM: En balde, cosas así... Antiguamente era más el tema de... No sé… ¿el aluminio? No sé, cosas más... porque plástico antes no se veía. Madera, igual, por lo general antes estaban las medidas en madera, en cosas, por ejemplo, la gente se prestaba de acuerdo a una medida que tenía cada familia, entonces eso eran cosas que se hacían acá mismo... material de acá.

LM: ¿Era un producto valorado?

AM: Sí, yo creo que sí. Por algo la buscaban. Y también yo creo que porque lo usaban como un tema alimenticio, endulzante. Conocimiento generalizado de todas las propiedades que tenían, no creo. Ahora se han ido informando más y valorando más, pero ellos lo hacían porque sabían que era un alimento que endulzaba que no había nada más, tenían esa alternativa. Y lo usaban así.
Ahora, el tema para las heridas, también lo usaban, y creo que sin mayor conocimiento, y veían que había resultado porque la miel igual es cicatrizante y todas esas cosas.

LM: ¿Quiénes hacían la labor de sacar miel?
AM: El que pillaba el panal iba a buscarlo. Si se iba otra familia y se lo sacaba antes...No era que uno se hacía propietario de ese panal sino que el que lo pillaba y se lo sacaba se lo llevaba.

LM: ¿Y cuando tú eras pequeña tu familia recogía miel?
AM: Mi papá trabajaba de ir a buscar panales, y también después vi dos o tres panales chiquititos en la casa, así de cajón, pero muy rústicos. Pero no le hacían nada de manejo. De todo lo que yo le hago ahora, no se hacía nada.

LM: ¿Qué recuerdas de la miel de tu infancia?
AM: Que era muy rica, dulce. Era para nosotros, una... Yo creo que era algo... especial. Porque dentro de todo no había otra alternativa de buscar cosas para agregarle al pan. Nosotros vivimos la pobreza, vivimos esa necesidad de no tener nada. No sé. A veces suena como muy horrible pero me acuerdo que cuando no teníamos nada para hacer un café, un té, nosotros sabíamos ir a buscar una hojita de un árbol, que era el durazno, árboles que eran aromáticos, que nuestros papás sabían que producían algo bueno y cada uno iba a buscar su hoja y se preparaba su agüita. No nos complicábamos la vida. Y las alternativas para el pan no eran muchas y entonces la miel era una delicadeza.

 

Sin rastros del bosque nativo

LM: ¿Cuándo naciste, Ana?
AM: Yo nací en el 78.

LM: ¿Por qué había pobreza en la zona, en qué condiciones se vivía?

AM: No había mayores ingresos, ni trabajo que generase recursos, nada. Era sobrevivencia del campo. El campo daba para sobrevivir sí, sí. Por ejemplo, lo que era papas, el trigo... Bueno, igual hubo años que no se dieron. Me acuerdo que mi mamá decía que mi papá un tiempo sembró y no se produjo nada; y decía que ella tenía que hacer un pan con algo que le producía heridas pero tenía que amasarlo para darnos de comer a nosotros. No me acuerdo qué era. Me parece que era centeno, creo que era centeno. Ahora el centeno tiene un valor, pero procesado. Pero amasarlo en forma bruta, así muy artesanal, era muy difícil. No generaba.

Había animales. Mi papá desde siempre tenía animales. Antes no estaba la alternativa de negocio como ahora. El hecho de tener un animal e ir a vender, no. A no ser que se cambiaran entre ellos, lo mismo que las papas o el trigo, antes no estaba eso de vender. De casa en casa se prestaba y así todos sobrevivían. La miel era bien valorada porque no había otra alternativa, era lo que a nosotros nos endulzaba o alegraba.

LM: El bosque nativo de esta zona ha sufrido un proceso de destrucción, ¿qué ha ocurrido exactamente?

AM: Por lo que cuentan mis papás, la madera fue una alternativa de negocio y la gente lo explotó sin medir consecuencias. Explotó todo lo que era nativo, árboles que llevaban años. Empezaron a explotar la montaña y se iba la madera. Para que se vuelva a regenerar eso, pasarán años. Y de hecho por ejemplo, mi papá decía que botaban árboles que no servían, según ellos, y los tiraban acá a un estero, los botaban acá al río. Ahora nosotros los sacamos porque son palos muy antiguos y de ellos se hacen estacas, que son las mejores estacas. Ellos los consideraban malos y los iban tirando.

LM: ¿Por qué se talaba tanto?

AM: Mi mamá decía que había familias que tenían más campo, más montaña, más madera y la explotaban, la explotaban porque era su única alternativa. La vendían, se iba para afuera, a aserraderos, salían a Lanco. Salían a venderla para Lanco. La sacaban con bueyes. Era todo con carretas y el que tenía tres yuntas de animales se consideraba una persona con cantidad de recursos. Aquí siempre ha habido población mapuche, y algún colono. Aquí la gente por un par de pesos entregaba su madera. Iban a Lanco que está a 14, 15 kilómetros, y allí iban a un pueblo que llamaban La Pulpería, en carreta.

Si iban con trigo, dejaban todo allá y lo cambiaban por comida. No iba uno solo, se juntaban varios e iban en carreta. Mi mamá habla de cuando empezó a correr el primer camión, yo aún no había nacido. Habían camiones famosos que tenían su nombre porque pasaban más de una vez por semana y hacía el recorrido. Así era como empezó lo más moderno, era como un buque que pasa ahora, con esa función de transporte. Mi mamá recuerda los nombres.

LM: ¿Qué recuerdan tus padres de esa época?
AM: Hablamos de los años 60, mi mamá nació en el 54. Ella dice que acompañaba a su papá a maderear, no estudiaron, el trabajo era maderear con su papá. El trabajo de ella era duro, en su familia tuvieron puras mujeres. Mi abuelo ansiaba tener hijos y a todas sus hijas les puso nombres de hijos. Las reconocía como mujeres pero les puso nombres de hijos y todas iban a trabajar. Mi mamá era La Pero, no estudió, dice que fue un par de días al colegio y de ahí solamente trabajar, y a los 13, 14, ya se casó.

En esos años 60 vivían de la madera. Y se fue acabando el bosque. Han pasado años para que se vuelva a regenerar, La gente la empezó a tomar valor a lo que teníamos, es lo que nos da valor a nosotros ahora. El ulmo, el tineo, el arrayán, radal, laurel, avellano... maqui, así son. Son árboles para miel que son una bendición porque producen gran cantidad de néctar. Yo estoy aquí al pie de una montaña que me ha producido grandes beneficios.

 

Una alternativa económica y vital

LM: Háblanos de tu apiario, ¿cuándo empezaste a pensar que el mundo de las abejas era para ti?
AM: Tengo un apiario, crío abejas. Como en el [año] 93, 94, yo trabajaba en forma dependiente hasta que un día me despidieron, y fue un proceso, más o menos, considero que normal para mí porque justo habían operado a mi hijo. Mi hijo era chiquitito, y el cuidarlo era lo más maravilloso, y al trabajar no tenía esa posibilidad… Empecé a buscar alternativas, partí con gallinas ponedoras, pero solo por un tema económico, no que me gustara, que me generara el campo. Y no me dio resultado. Invertí, trabajaba… Logré producir huevos.

Pero acá, por un tema, yo creo que de distancia, la gallina ponedora necesitaba alimentos, pero acá no traían grandes cantidades de alimentos. Yo iba a comprar un saco pero me duraba un día y medio, dos días, y tenía que volver a ir y no había, y entonces la gallina no ponía.

En alternativa me ofrecieron un día un curso de subproductos de la miel, que eran champuses, cremas, como tema medicinal, y ahí recién empecé a tener conocimientos del mundo, nuevamente, de las abejas y de ahí me empezó a gustar.

Partí con cuatro colmenas, o cajones que los llaman, y se me murieron todas. Por desconocimiento. Porque yo había estudiado para la elaboración de esos productos, no había estudiado la colmena. Y era el conocimiento básico: que había una reina, pero yo no la conocía, el tema macho, los zánganos que cumplían su función y abejas.

Era todo mi conocimiento. Aún así me lancé y me gustó. Yo me iba a ver mis abejas, las veía volar y para mí estaba muy bien. Y cuando se me murieron me di cuenta de que yo no estaba capacitada para eso. Y como uno no sabe, buscaba acá mismo en el sector, había gente que tenía… Y así me fui capacitando en abejas, hasta que le pegué el gancho y ya iba produciendo.

LM: ¿Cuántos años llevas en la apicultura?
AM: Ya son como 10 años. Mi hijo estaba chico cuando empecé a buscar alternativas y llegué a este mundo maravilloso. No pienso dejarlo, ya creo haber pasado un proceso crítico de mortandad, de poca producción, hubiese sido como para que yo dijera ‘ya, esto no es para mí’, pero no; no lo dejé en ese proceso crítico, menos ahora que ya estoy levantando de nuevo.

LM: ¿Qué es lo más difícil a la hora de cuidar el apiario?
AM: El manejo es lo más difícil porque si la abeja no fuera influenciada, si nosotros… los humanos hemos ido aplicando químicos…

Saber los tiempos adecuados que uno tienen que hacerle a los manejos, lo que ellas necesitan. Todo lo que es químico influye, genera que hubiera cambios climáticos y también afectó la sequía. Nos afecto mucho, mucho. A lo mejor, dentro de todo lo natural que vivimos acá, hay un grado de contaminación. Ya sea por los químicos. Lo bueno que yo considero acá donde yo vivo, es que en el caso de los que tienen huertos frutales ellos son amigables con las abejas al aplicar cosas que no son dañinas. O por estar informado porque saben que tienen un beneficio de la abeja, está comprobado que si la abeja va a polinizar su huerto tienen un 20% más de producción. Ellos saben, de hecho, yo también he ido a su huerto, me vienen a buscar a mí para que lleve colmenas para polinizar y ganamos todos. Eso es lo bueno, que la gente, los de los frutales lo valoran.

Aquí hay empresas por el tema forestal. Yo tengo bosques nativos pero los forestales fumigan. El radal, que para la miel es muy bueno, lo fumigan. El tema de los trigueros, si ven que viene un bicho, ellos van a priorizar su producción y lo fumigan. Eso es así lamentablemente. A pesar de estar nosotros en un ambiente muy natural hay cierto grado de contaminación y eso ha producido otro grado también de enfermedades que han llegado, y eso es a nivel mundial.

 

El negocio de las madereras

LM: ¿Se puede expulsar a las industrias forestales para que no sigan explotando la madera?
AM: No, lamentablemente no. Nosotros creo que nadamos contra la corriente ahí. Pero lo importante es que, de una u otra forma, nosotros estamos sacando la voz, vamos hablando. La gente ya sabe por qué tiene que cuidar las abejas, porque tiene que cuidar su medioambiente, más que nada. La gente ya se está informando más que antes.

Porque se presentaba la forestación como una alternativa económica para la gente y de hecho, hubo un boom un año donde era tanta la influencia del gobierno, que muchos pequeños agricultores acá plantaron, el eucalipto, sin saber las consecuencias que estaban generando para sus tierras. Y cuando se han dado cuenta, cuando nos hemos dado cuenta, que yo también hice eso, se descubrió que no era un negocio, que estaba consumiendo el agua. De a poco se ha ido cambiando.

LM: ¿Desde el gobierno te animaban, te apoyaban con algún programa?
AM: Te apoyaban con un programa, te daban plata para que tú plantes en tu terreno, porque era la alternativa de negocio que según ellos era la genial para que el pequeño agricultor pudiera sobrevivir, y no es así. Tú ahora tiras lo que tú plantaste y te genera la nada mismo. Ni criando un animal ni teniendo frutales, no te da lo mismo.

LM: ¿Cuándo te diste cuenta que vender madera no era negocio?
AM: Empezaron a salir estudios, y la gente a informarse del daño que producía a la tierra. Después te queda una tierra inservible. El hecho de plantar en quebradas, porque la gente con tal de tener plantaba en todos los lados. Yo tenía 3 o 4 hectáreas, era como la fiebre del oro. Ese periodo duró 10, 15 años. Ahora algunos están explotando lo que les queda. Bueno, las grandes forestales siguen porque es su trabajo, pero lo bueno es que la gente, nosotros, nos hemos dado cuenta del daño que producen explotando.

LM: ¿Cómo has logrado recuperar la fertilidad de tu tierra?
AM: Plantando [árbol] nativo, que es la alternativa, me genera para mis abejas, me genera para el campo.

En este momento, Ana invita a caminar hasta la parte posterior de su casa para visitar las colmenas y sus abejas.

AM: Estamos al pie de un cerro, de un bosque nativo que para mí es maravilloso, que me da la pasión, me da la vida. Creo que es un lugar maravilloso que me genera para mí y para mis abejas, vivo yo, viven ellas, somos un mundo las dos.

Tengo las abejas detrás de mi casa, hay un río porque las abejas toman agua, increíblemente, hay pradera nativa y bosque nativo. Mi apiario, no le tengo un nombre todavía, en mi mente lelfun que es lugar de abundancia en mapudungun. Para mí era eso, y me explicaban personas que se manejan más en el tema, que eso mismo es: un lugar fértil. Y eso me gusta, Y aquí tengo mis colmenas, tengo ahora 83, después de haber pasado una crisis tremenda, de haber tenido 120 llegué a 8 y ahora de nuevo recuperándome. No me derrumbaron, no me derrumbó que se hayan muerto muchas, yo creo que cuando tenemos esas ganas, que nos apasiona más que un tema económico salimos adelante.

LM: ¿Cuántas abejas tienes?
AM: Muchas, unas 25.000.