Mariem Daddah, voz de la historia reciente mauritana

Marie Thérèse Gradoy, Mariem Daddah, tuvo un rol esencial en la construcción de la actual Mauritania y es impulsora del trabajo por los derechos de las mujeres en el país. Fue la compañera de Moktar Ould Daddah, primer presidente del país.

Combativa y optimista, se oculta tras un país, su gente y su marido, dejando poco sobre ella en lo que cuenta como si se resistiese a aparecer en la historia de Mauritania. Tras dos horas de conversación fue realmente difícil encontrar a Mariem en el relato de su propia vida. Ella prefiere diluirse en el país, un país al que no le gusta recordar.

Marie Thérèse Gadroy nació en París el 20 de abril de 1933 en una familia de clase media en la que su padre y su madre eran funcionarios. “Soy de un medio muy simple, modesto”. Sus padres se divorciaron cuando ella tenía unos 10 años. “Casi no conocí a mi padre, no influyó en absoluto sobre mi personalidad. Mi madre se quedó sola conmigo y no tuve ni hermanas ni hermanos”. Vivió en diversos lugares de Francia debido a la guerra y el trabajo de su madre y en 1942 se instalan en París donde hará la mayor parte de sus estudios.

“Me decidí a estudiar derecho, no diré que fue por gusto sino porque soy de un medio modesto y pensé que el derecho podría llevarme a algo. No era una entusiasta, pero seguí bien mi licenciatura llegando hasta lo que hoy sería el doctorado. Después me preparé para la oposición a la magistratura que era un trabajo que sí me interesaba”. 

En la universidad empezó su militancia en movimientos sociales, “soy una mujer comprometida, considero que la colectividad me necesita como yo la necesito a ella”. Esto le ayudaba a sentirse arropada en un medio muy diferente a ella. “En aquella época la facultad de derecho era una banda de hijos de abogados y burgueses, yo no era la única de clase modesta, pero estaba entre la minoría. En el único espacio en el que respiraba era el grupo católico, bastante izquierdista, algo que me iba bien. Se interesaban en cosas más allá de su propio ombligo, del dinero”. Además de su militancia en este grupo, seguía las conferencias de la universidad y se implicaba en diversas actividades sociales y culturales.  

En diciembre de 1954 conoce a Moktar Ould Daddah y su vida da un giro. “Mi encuentro con este hombre estaba escrito, la prueba es que estoy aquí en Mauritania y no en Francia”. La relación no era fácil y no era bien vista por todo su entorno. “No había muchas parejas mixtas en Francia, especialmente con África y el mundo árabe”. Además, Moktar estaba ya implicado en política y se preveía su rol en la descolonización de Mauritania, “no debía hacerme grandes ilusiones”. 

Se casan en París en 1958, “yo debía pasar el examen para la magistratura en noviembre del 58, pero me casé con Moktar justo antes. Es así, él tenía prisa pues debíamos regresar a Mauritania”. 

Su austera boda y luna de miel se producen con la rapidez que imponía el momento histórico sin que Mariem fuese totalmente consciente del cambio que se avecinaba. “Yo conocía al hombre y sabía que tenía cualidades excepcionales. Lo seguí y le ayudé con mis limitados medios. Porque en ese tiempo eran limitados, ahora no. Nunca había estado en África. No conocía el país, ni las lenguas, ni la religión… Pero fue él el que tomó el riesgo de imponer una mujer extranjera en un país musulmán. Él tuvo la audacia y yo la proeza de aceptarlo. Pero no me arrepiento absolutamente de nada, haría todo nuevamente”.

Mariem viaja algunos meses después de su marido a Mauritania. “Desde que puse los pies en Mauritania en enero de 1959 se ha convertido en mi país. No reniego de Francia porque de allí son mis padres, mi sangre, mi ADN, una historia que admiro y conozco. Pero he dado tanto a este país que no puedo estar de paso. Me entregué a este país completamente, me asimilo a las mujeres de Mauritania”.

En su viaje a Mauritania paró en Dakar donde le espera Moktar. “Fue un buen paréntesis, pues es una ciudad africana con carreteras, tiendas… Cuando llegamos a Nouakchott, no puedo decir que estuve shock, sino curiosa. Había algunos europeos pues era el final del periodo colonial. La colonización no me gusta y no lo escondí, pero ellos se comportaron de forma protectora conmigo. Era muy joven, sin ninguna experiencia”.

Nouakchott era un Ksar, un pequeño fuerte, con unos 300 habitantes, una decena de villas y una veintena de casas para los funcionarios franceses. El agua la traían en cisternas. “Todavía están las villas de la época, incluso la que nosotros hemos ocupado es una villa histórica. Pero como los mauritanos no tienen sentido de la historia, especialmente los militares que están en el poder desde hace 35 años, no se han conservado bien”. 

El hecho de que ella fuera francesa era complicado en un contexto muy tradicional en plena descolonización. “La población mauritana es muy tolerante, especialmente en ese tiempo, pero había algunos conflictos. Es comprensible, ¿qué habían visto antes, las mujeres de los administradores, que estaban apartadas, al lado de un marido que administraba en nombre de Francia pero que no se mezclaban en los asuntos de la gente, de las mujeres?”.

Al margen del cambio radical en la vida de Mariem y la dureza que supuso la separación de su madre y su entorno, recuerda esta época como muy positiva. “No tengo ningún recuerdo de sufrimiento de este periodo, sólo buenos recuerdos, incluso divertidos. La comida… ni hablemos. Comíamos lo que podíamos, pero no pasábamos hambre. Para colmo, teníamos muchas visitas, especialmente de extranjeros y nos rompíamos siempre la cabeza para recibirlos… Es un periodo del que doy gracias a Dios por habérmelo hecho vivir”.

Moktar Ould Daddah es nombrado presidente de Mauritania el 20 de agosto de 1961 y comienza una nueva etapa para el país “Mauritania existía antes de que los franceses metieran sus pies allí durante unos sesenta años, pero como Estado Nación no. El proyecto era vago, pero era real. Yo veía a un hombre que quería hacer algo por su país y confié en el hombre. No se puede aplicar a Mauritania las mismas normas que se aplican en Europa; si quería descolonizar inteligentemente su país debía priorizar la educación para que las generaciones futuras tomasen el país en sus manos. Nosotros estamos de paso y moriremos como todas las generaciones. Si eso es ser revolucionario, lo fuimos. Él quería hacer de Mauritania un país digno de su nombre, sabía que no podía hacer un milagro, pero haría todo lo posible y eso hizo durante 17 años”.

El proyecto de gobierno que Moktar Ould Daddah desarrolló durante su mandato no puede entenderse sin el trabajo que Mariem desempeñó en el mismo, pieza clave en la estructuración y contenido ideológico del Partido del Pueblo Mauritano. Ella se encarga de lanzar el Centro de Información y de Formación (CIF), el Instituto Nacional de Estudios Políticos (INEEP), la creación de la Televisión Nacional, la Media Luna Roja e introduce a la educación y a los derechos de las mujeres como asuntos clave. “Y gratuitamente, añado. Yo nunca he trabajado para el gobierno, como ministra, sino desde el Partido del Pueblo Mauritano (PPM). Me gustaría dar alguna precisión sobre mi moralidad vis-a-vis del dinero, hacia el que yo no tengo ningún apego. El dinero es necesario para vivir y para complacer a la familia y amigos, pero tanto mi madre, como Moktar y yo hemos sido siempre muy estrictos con este aspecto. Yo no jugaré ni cogeré jamás algo que no me pertenece”.

Mariem tuvo dos hijos y una hija, el primero a los 33 años, la segunda a los 36 y el tercero a los 38. “Era difícil gestionar la vida familiar y profesional, pero la juventud es determinación y unida a jornadas de 15 o 17 horas… Mi madre no pudo ayudarme mucho, hizo lo que pudo. La traje de Francia cuándo se puso enferma. No quería venir, pero insistí pues no quería que estuviese sola en Francia. Está enterrada aquí, en un país que ella no quería porque se había llevado a su hija. Las cosas han querido que muera aquí en el 73”.

Contaba con la ayuda de varias personas, especialmente por mujeres. “En mi acción las mujeres han estado muy presentes, me han ayudado mucho. Era mi deber y no me arrepiento. En un país que pasaba bruscamente de una situación X a otra situación, por la voluntad de la historia o de Tartempion, mi deber no era estar de brazos cruzados tricotando. Hubiese sido una negligencia en ese contexto. Yo creo que el presidente tampoco lo hubiese aceptado, pero tampoco tuvo que empujarme. Fue una suerte para mí”. 

Mariem plantea desde el primer momento el tema de la igualdad entre mujeres y hombres, siendo la precursora del movimiento de mujeres en Mauritania y de la puesta en la agenda política de medidas para mejorar su situación. “No es ningún honor particular, simplemente en ese momento no había ningún trabajo hecho. Había mujeres, madres, mujeres inteligentes que se batían en el día a día por la supervivencia de sus familias. Este país era difícil, enfrentado a la pobreza desde siempre a causa de la sequía, de su geografía…su historia. Yo era naif. Tenía 25 años y me junté a un hombre que quería hacer de este país una nación. A su lado, sin conocer nada de este país, me dije ¿qué puedo hacer con él? Hacer tomar conciencia a los jóvenes y a las jóvenes, especialmente  a las mujeres, que son las peor tratadas. Fue así que se planteó la cuestión y esa mujer de ese tiempo, una mujer joven, hace que su rol fuera excepcional. No fue a causa de mí, de la mujer, sino de la historia... Los hombres durante la época colonial habían hecho algo de política, pero las mujeres no. Fue comenzar de cero. Fue mi ingenuidad personal y el apoyo del presidente Moktar que tenía una visión excepcional, una visión de futuro”.

Es así que trabaja entre el Estado y la Sociedad civil desde el Partido del Pueblo Mauritano. “Hicimos un montón de cosas, había un movimiento de mujeres muy activas que yo dirigí por un momento y después siguió Aissata Kane”. Aissata Kane fue la primera mujer ministra en Mauritania, Ministra de la Protección de la Familia y de Asuntos Sociales durante la época de Moktar. “Fue una de las personalidades femeninas más notable de esa época. No era la única, pero no había mucha gente formada en ese tiempo. Para liderar algo así se necesitan visión. Creamos Uniones de Mujeres durante todo ese tiempo”. 

En esa época se impulsa también la educación de las niñas. “Moktar era un visionario, sabía que la mitad de la población no podía dejarse de lado. Él lo sabía, es evidente. Yo no podía pilotar ese tema, no era mauritana, era complicado. El mérito principalmente es de la población mauritana que lo aceptó, aunque hubo algunos opositores. Yo intentaba hacer el bien pero, atención, el bien que yo quería no era siempre compartido por todos  los mauritanos”.

En el plano cultural también realizó importantes aportes, mejorando la decoración de las alfombras con la colaboración de mujeres de Argelia y Túnez, así como los motivos de los cofres. 

El 10 de julio de 1978 el gobierno de Moktar Ould Daddah es derrocado por un golpe de Estado militar. “Fue el reconocimiento a sus esfuerzos, esos 20 años de trabajo y sacrificio”, dice irónicamente.

Mariem se encontraba en Dakar en ese momento en una conferencia de la Federación Internacional de Mujeres Juristas. “Yo no quería ir, era un año fui difícil en Mauritania, había atentados, el Polisario, manifestaciones… Pero el presidente me empujó a que fuera para cambiar de aires, así que los niños se quedaron con una amiga. Yo estaba en Dakar, ellos allí, y ¡Op! Fueron correctos con los niños y las dos familias del presidente se encargaron de ellos una quincena de días hasta que aceptaron enviármelos a Dakar. Cuando le liberaron un año más tarde fuimos a Túnez y después nos instalamos en Francia”. 

Durante su exilio piensa siempre en regresar a Mauritania. “Era un problema para mí que quería que esos niños, siendo franceses por mi parte, fueran también mauritanos. Franco-mauritanos. Quería que compartiesen ambas culturas, las dos visiones, que se encontraran cómodos en el país de su padre. Hicimos todo lo posible, estudiaron árabe... Era difícil pasando por un exilio tan largo. Tenían 12,10 y 7 años, y regresaron adultos”. 

En 2001 regresan a Mauritania donde no les recibe ninguna autoridad en el aeropuerto. A la salida del mismo se encuentran con una gran movilización popular que les espera. “Fue muy emotivo. El país había cambiado, claro. Fue un choque total, pero con el tiempo entramos en la normalidad. La población mauritana mostró mucho respeto hacia mi figura y la del presidente, fue eso lo que nos retuvo”. 

La salud de Moktar Ould Daddah era frágil y muere en París en 2003. Mariem decide continuar en Mauritania y en 2004 crea la Fundación Moktar Ould Daddah, “principalmente con la voluntad de preservar la memoria de mi marido; no del hombre, sino de la obra. No ha sido fácil ni se puede decir que me hayan ayudado mucho. Cuando el actual presidente llegó al poder, en las condiciones que todo el mundo conoce, las cosas mejoraron un poco. Inauguró una calle con su nombre y declaró la fundación de interés público, recibiendo su primera subvención en 2012”. 

Sorpresivamente, en Noviembre de 2015, tras la publicación de unas manifestaciones de Mariem sobre su desacuerdo hacia el nombre previsto para el nuevo aeropuerto de Nouakchott, se le retira el reconocimiento de utilidad pública a la fundación. Además de presidir la fundación Moktar Ould Daddah, colabora en diversas causas desde la sociedad civil, especialmente las relacionadas con los derechos de las mujeres. “Tengo que escribir sobre el movimiento de mujeres en Mauritania pero no encuentro el momento. Es mi deber, pero el tiempo empieza a pasar”.

La indiferencia le indigna, especialmente la existente hacia la crítica situación de la educación en el país. “Es el problema con mayúsculas, tengo miedo del futuro, de las generaciones futuras”. Responsabiliza a las clases altas de no implicarse en este asunto. “Son ellos quienes en su mediocridad van a gestionar la administración, la diplomacia pero a todo el mundo le resbala, a la isla le da igual”. Pese a las dificultades que pasó, Mariem no se queja. “No tengo ningún problema, sobrevivo muy bien gracias a Dios. Para ver problemas hay que ir a la periferia de Nouakchott o al interior del país, la gente pobre es la que tiene grandes problemas. Yo no tengo ni el derecho a hablar de los míos”.